Sofía Viola, la artista nómade sin fronteras para la música*
- Música
- EL ARBOL CULTURA
- 28 julio 2021
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*Por Maxi Carranza
La biografía de su página oficial la define como cantante, compositora, bordadora y actriz con un estilo arrabalero, rockero, tropical y antiguo. La adjetivación de la presentación más que exagerar puede que se quede corta con la intensa actividad de esta artista de Remedios de Escalada, ciudad de la provincia de Buenos Aires. Hasta el momento, Sofía Viola lleva publicados cuatro discos y un EP, este último dedicado a deconstruir el tango desde una perspectiva de género. Radicada en las sierras de Córdoba desde la pandemia, emite por Youtube los domingos a las 13, el programa llamado “Pour la Galerie”. En este espacio interpreta clásicos propios y ajenos, estrena canciones y tiene invitados virtuales de Latinoamérica. Su último álbum se llama La huella en el cemento (2018) y posee en la portada a Manolo, un tío muy particular de Sofía Viola, que además da título a un tema. Desde hace un tiempo, la cantautora viene adelantando a través de simples su próximo material, a editarse en agosto. Este medio conversó con la compositora, quien repasó su carrera y otros proyectos que viene desarrollando desde nuestra provincia.
ÁLBUM FAMILIAR
¿Qué dijo tu tío de esa imagen en la portada del álbum y de la canción que le dedicaron?
– Manolo era muy reservado, tuvo una vida agitada con varios años en la cárcel. En su juventud fue carterista, y en un momento vivió con nosotros. Era una gran persona, muy susceptible y por elegir ese estilo de vida fue el marginado de la familia, ya que en nuestra sociedad el que se equivoca es lapidado para siempre. Fue portador de HIV hasta que se le negativizó y vivió un montón de cosas desde que lo apuñalaron hasta un disparo de la policía. Con mi hermano Víctor (guitarrista) siempre quisimos hacerle una canción y ahí está. Cuando hicimos el disco enseguida pensé que la huella en el cemento era su rostro. Fuimos con un amigo, le tomamos fotos y lo filmamos para un futuro documental. Costó un poco porque era tartamudo y usaba la jerga arrabalera aunque siempre tuvo códigos. Cuando se murió recibió condolencias de mucha gente y mi abuelita no lo podía creer, porque era el hijo que más criticaba por su forma de vida. Quise inmortalizar esa figura y él pudo ver la tapa, escuchar la canción y presumir con los pibes de la esquina.
Tanto en la portada de La huella en el cemento como en A mí, no (EP) sale el puente de La Boca. ¿Fue algo premeditado o se dio de casualidad?
– Tengo una identificación muy grande con el Río de La Plata y con el Riachuelo porque digamos que es mi río. Acá en Córdoba también tengo un río al lado, el San Antonio. Siento magia con el Riachuelo, por más que estuvo muy apestado pero tiene mucha historia y es el puerto. Siento que es un límite casi energético entre la capital y la provincia y marca una diferencia. A mí como bonaerense me decís porteña y no te voy a mirar bien porque no nos representa La Capital. El Riachuelo es un monumento vivo aunque esté contaminado y, de alguna manera, es un cachito de océano. Por eso aparece recurrentemente y hasta el día de hoy suspiro cuando lo cruzo y voy por Barracas. Lo veo como una insignia de mi territorio.
¿En qué quedó el grupo Las huevas son estas, que hicieron con Barbarita Palacios?
– Me encantó esa aventura con Barbarita porque somos muy distintas las dos. Nos quedó un disco por salir y hace mucho que no nos cruzamos. Pasa que los caminos se van abriendo y los proyectos quedan en el aire. Con Barbi capaz que dentro de diez años nos juntamos y podemos revivir el repertorio de canciones propias y los homenajes que hacíamos a Violeta Parra y a Billy Bond y La Pesada. Cuando la vi a Barbi en el escenario por primera vez, con el grupo Semilla, tuve un vislumbre porque yo venía de otro palo y era fuerte ver a una mujer al frente de una banda. Después ella me llamó para terminar una canción, terminamos haciendo un dueto y duramos años haciendo conciertos. Éramos un desparpajo, nos matábamos de risa y pifiábamos a morir. Era muy divertido y punk. Nos salvaba Javier Casalla que tocaba el violín y después arreglaba todo con su encanto.
ARRABALERA
Con A mí, no, el EP tanguero que sacaste en 2017, ¿te diste un gusto con el género?
– Necesitaba hacer eso. Ese disco para mí fue sacarme las ganas de tocar con esos guitarristas: Pablo Sensottera del Cuarteto La Púa que fue mi profe de guitarra e hizo los arreglos, Juan Pablo Lazo y Andrés Amado. A los nueve años empecé a cantar el repertorio de Tita Merello y flasheaba con su manera y picardía. Cuando iba a la secundaria todos andaban con Harry Potter o El señor de los anillos, esas cosas. En mi caso tenía en la mochila dos libros gordos con letras de tango. Mi primera literatura fue el diccionario del lunfardo y esas dos enciclopedias de tango que eran repesadas y andaba de acá para allá. Cuando era más chica componía un montón de tangos y en vez de ir al boliche iba a la milonga de mi tío Omar Viola –fundador de El Parakultural- porque podía entrar gratis y era mi mambo. Tengo un montón de tango adentro, quiera o no quiera, es mi folklore. Por eso la identidad tan tanguera, por más que haga reggaetón se me va a chorrear el arrabal. Siendo feminista o machista el tango está en mí, aunque siempre ninguneó a la mujer. Falta en el género mujeres involucradas en la causa que pongan su nombre y composición de puño y letra.
CÓRDOBA Y LAS SIERRAS
¿Cómo ha sido tu relación con Córdoba?
– Córdoba me tira onda desde siempre. Cuando llegué a San Marcos Sierras en el 2008 tuve un flechazo con ese lugar. Cuando empecé tocar en Córdoba capital siempre tuve repercusión en el público, buena devolución. Después hice muchos amigos y estoy como coqueteando con que me quedo a vivir en las sierras. Después de semana santa del año pasado, cuando vi que se empezaba a derrumbar todo en Buenos Aires me quedé en San Antonio de Arredondo. Aprecio mucho el destello de la tierra comechingona porque está en todos lados esa información: en los árboles, los pájaros y las sierras. Me rodeo de mucha gente que cuida el planeta y eso viniendo de la ciudad lo aprecio mucho, me inspira. El cuidado del agua y el monte nativo lo descubrí cuando vine a Córdoba. Siempre me ha dado momentos de introspección y sueño que algún día pueda comprar un pedazo de tierra y hacer nido de hornero ahí. También veo que hay mucho talento acá, gente muy fina en la música, el José Luis Aguirre por ejemplo, con el cual siempre hay promesas de juntarnos para hacer cosas. Acá hay tela para cortar y esa es una de las razones por la cual elijo estar en las sierras.
PROYECTOS
¿Qué lanzamiento tenés pensado hacer próximamente?
– El 20 de agosto sale una última canción “La de la luna”, después de varios simples, que vendría a ser la que corona el disco. Esa fecha es el aniversario de mis quince años en los escenarios. Es una colaboración con Luciana Jury y Lautaro Matute y la compuse en San Marcos hace varios años por los callejones de los duendes. Los domingos tengo mi programa en Youtube de entrevistas, en donde hicimos 27 emisiones el año pasado. En este 2021 voy por la sexta. Eso me mantiene bastante porque hablo con gente de distintas partes del mundo, que he encontrado en el camino y otras que no conozco tanto. Invitamos a artistas de otras provincias para que nos cuenten de las problemáticas y cosas hermosas de sus provincias y compartir su canto. Eso es muy lindo y nos hace falta en un país tan grande como Argentina donde todo se centraliza en las grandes ciudades. Es como un escenario que me armé de alguna manera. Después están las serenatas virtuales. Estoy pensando en hacer un disco en vivo, trabajando en un libro y en un cancionero, no paro.
Desde El Árbol Cultura agradecemos a Maxi Carranza por su participación con esta hermosa entrevista. A nuestros lectores los invitamos a seguir apoyando las expresiones artístico culturales y a seguir cruzando este puente que tendemos para acercar el arte y el derecho a disfrutar de la cultura a cada uno de ustedes.
El Árbol Cultura – «Amamos lo que hacemos, trazando puentes»