«Nada que escribir», todo por descubrir. Entrevista a Sergio Colautti
La palabra como cobijo y también como señuelo. Eso que intenta decir y que calla pero que brota por debajo y se hace presencia.
No tener nada que escribir es tener tanto por decir sobre la realidad y la ficción que a veces nos inventamos para salir ilesos. Descubrir en la literatura una puerta, no un espejismo y animarse a abrirla, esa es tal vez la invitación que nos hace Sergio Colautti desde las páginas de su nuevo libro.
El escritor propone un hilo conductor que cada lector descubrirá en el momento exacto, encontrando tal vez semejanzas con la realidad que habita, distanciándose sin embargo de lo que en realidad está viviendo, porque cada cuento tiene ese juego que tensa y suelta a través de las palabras la historia que está narrando.
Sergio Colautti, ex docente, periodista literario, escritor desde siempre, reflexivo, transparente, reconocido, profeta en su tierra, lo que es mucho decir, nos regala «Nada que Escribir«, un viaje por 12 cuentos reales, vigentes pero que mantienen intacta la maravilla literaria. Con él charlamos sobre el proceso escritor, sobre este libro en particular, sobre los reconocimientos y también sobre legados. Te invitamos a leerlo en esta entrevista:
Se presenta un nuevo libro de ficción y en sus cuentos se refleja de alguna manera la localidad ¿fue ese uno de los objetivos al escribirlo?
Bueno los escenarios que casi todos los cuentos recorren en este caso son escenarios reales de alguna manera, que tienen que ver con el espacio de la ciudad y sus referencias. En algunos casos son viejas referencias por ahí inexistentes para el ciudadano actual y otras son reconocibles. La idea era a partir de esos espacios construir ficciones que hablen de la ciudad, de su historia, pero también del hombre en general, del mundo, etc. Esa era la intención.
Las relaciones familiares también están presentes en “Nada que escribir” ¿de qué modo lo pensaste o de qué modo fueron apareciendo?
Sí eso aparece, me parece que hasta de un modo inconsciente por ahí. Como que las escenas, los recuerdos o determinada situación tenía un anclaje por ahí algún personaje familiar. En el prólogo Fernanda Juárez me hizo ver algo que yo escribiéndolo no me había dado cuenta, que había una relación como muy marcada muy marcada padre e hijo. Después yo releyendo los cuentos le doy la razón, me parece que sí, por eso digo que aparece en esa manera de modo si se quiere inconsciente.
En otro de esos cuentos vemos que aparece aquí en nada que escribir el tema de la pandemia, yo te pregunto ¿puede el lenguaje, pueden las palabras ser un timón en tiempos difíciles como los que estamos atravesando?
Sí, ese cuento sobre la pandemia yo lo escribí, es como que tuve la necesidad de escribirlo para los dos meses de la pandemia, cuando todo este escenario actual, lo de la vacuna y demás no estaban en la agenda de nadie ¿no es cierto?
Tampoco sabíamos cuánto iba a durar todo esto, entonces, la idea fue imaginar un personaje que vuelve a trabajar terminada la pandemia, entonces ya se menciona la vacuna por ejemplo y ya aparecen las ausencias ¿no? El trabajo donde hay lugares, hay sitios sillas en donde ya hay gente que no está, pero nadie los nombra como les nombraba antes, es decir el lenguaje, los nombres, son distintos después de la pandemia. Lo mismo para la ciudad, aquí es una ciudad que parece vacía de lenguajes quizás porque es la mirada que se proyecta sobre ella y después de este tiempo tal vez yo me lo imaginaba distinto, como que el peso simbólico de lo que hemos transcurrido reservándonos, cuidándonos, llenándonos por ahí de temores y esperanzas de lo que es, implicaba que la salida de eso iba a ser distinta también en el lenguaje.
¿Seguís escribiendo por estos días y de paso te preguntamos a preguntar a quienes estás leyendo, cuáles son esas lecturas que de alguna manera te llevan a nuevos lugares, a nuevas experiencias?
Yo tengo una permanencia en la escritura, pero con respecto al ensayo crítico y al análisis de textos no de cuentos, lo de cuento es mucho más esporádico, es más raro. En cambio, el ensayo es más una dinámica más buscada, más cotidiana, entonces sí, siempre estoy leyendo y de todo eso que leo, algún libro que me interesa, me conmueve o veo algo y me parece que está bueno para ponerlo en análisis o en mis textos lo hago y eso es más o menos permanente.
Y hablando particularmente de la ficción ¿qué elementos o qué temáticas te llevan a vos a escribir?
Me parece que es el deseo, no muy claro, es decir como el impulso de querer decir algo sobre un tema, de poner algo que está dando vueltas en palabras, ponerlo en un texto y si bien digo que no es claro es porque uno todavía no sabe, o al menos esa es mi experiencia, no sabe cómo ni desde qué lugar o qué personaje va a elegir para decirlo, si va a estar narrado en tercera persona o va a haber un personaje interno que lo cuente, si va a ser fragmentario o va a ser más lineal, bueno eso es como que aparece, o al menos a mí me sucede, de estar escribiendo algo. En cambio, en el caso del ensayo hay como una premeditación, yo pienso voy a trabajar esto, quiero hacer esto, lo voy a hacer con determinada metodología, es como una escritura más racional si se quiere, el caso del cuento es como más intuitivo.
Bueno pasando a otro espacio, el de los premios, vos sos el primero en la lista de escalones de la Biblioteca Urquiza que el artista José Luis Dastugue ha intervenido en reconocimiento a los escritores locales ¿qué sentimientos te genera eso?
Bueno yo no lo vi aún más que por fotos pero sabía que iba a ocurrir eso y es como un sentimiento y una emoción bien especial porque yo estuve en la biblioteca muchos años colaborando, trabajando desde adentro y uno desde ahí aprende a querer la biblioteca, lo que allí sucede hasta los libros como escenografía y bueno, en el libro también aparece un cuento que tiene que ver con la biblioteca así es que es muy especial, es como un cobijo para mí, la biblioteca siempre ha sido una tierra donde las semillas fructifican porque es tierra húmeda muy interesante. Respecto al hecho de los premios, siempre hay que darle un poco de relatividad a eso, pero en términos reconocimiento y de cobijo es muy valorable.
¿Porqué nada que escribir?
Eso es algo que casi todos me preguntan. Yo decía recién que los cuentos parten de la ciudad de escenarios reconocibles, pero intentan ficcionalizar para decir cosas. En eso que intentan decir me parece que hay un hilo común que va uniendo los cuentos, en algunos más visibles en otros un poco menos, que es el desvanecimiento de los real, es decir eso que vemos como realidad todos los días que nos parece que es indubitable el tiempo lo va poniendo en un sitio que los va a desdibujando hasta convertirse en nada, desde el paisaje hasta los humanos, las historias lo que se dice de algo 20 años después cambia y es otra cosa, entonces ese desvanecimiento de lo real, el intento hablar sobre eso desde distintos lugares. Entonces el nada que escribir esconde el verdadero título que sería escribir sobre nada. Si está logrado no lo dirán los lectores.
Finalmente y volviendo a tu rol de profesor, a una especie de tutor ¿qué consejos les darías a los jóvenes escritores y que lecturas las recomendarías?
Bueno los consejos en todo lo que tenga que ver con el arte me parece siempre que son como incómodos, porque la relación con lo artístico del que pinta, del que hace teatro, del músico es muy personal. Siempre sirve si alguien que ya ha transitado por allí ilumina un poco el camino, pero las decisiones, lo que sucede en el fondo del artista es de él, así que me parece que el primer consejo sería escucharse a él mismo. En el caso de los escritores el consejo que sí o sí tiene que aparecer más qué metodología o estudio o esas cosas es la lectura. Hay muchos escritores muy buenos que no han completado estudios, por ejemplo Fontanarrosa, Soriano no completaron estudios secundarios y son excelentes escritores; lo que nunca ocurre es que un escritor no haya leído, eso no se encuentra ningún lugar, no hay un solo escritor que diga yo prácticamente no leí nada, no existe eso por qué la lectura es la fuente de todo y lo que cada uno haga con esa lectura es la maravilla de la originalidad.
Nada que escribir, publicado por Editorial Tinta Libre, ha visto la luz en este extraño 2021 y verdaderamente encontrarlo fue un bálsamo. Sus doce cuentos reflejan a esta ciudad, tal como lo charlamos con Sergio pero también y sobre todo, materializa lo efímero, eso que transcurre y se nos va, que no podemos controlar, esa porción de tiempo y espacio que hoy es nuestra realidad y que tal vez mañana nos resulte totalmente extraña.
El libro se puede conseguir en las librerías de Río Tercero, o encargarlo en formato ebook en la página de la editorial.
Desde El Árbol recomendamos a nuestros seguidores leerlos y detenerse en el disfrute de las historias que tan hermosamente cuenta Sergio Colautti.