Cuerpos presentes. La secuencia del reencuentro*
*Por Julieta Ludueña
Venimos de una transformación en el 2020 inevitable, sin precedentes. Ahora bien, ya con un abanico de vacunas para combatir al COVID-19 – y sus variantes-, cuarentenas aprehendidas y aislamientos ¿qué fue de nuestros cuerpos? ¿Cómo vuelven a escena?
¿Fragmentados? ¿Más distantes respecto de los demás? ¿Cuáles son los efectos en nuestros sentidos de los afectos en pausa, por la distancia necesaria y urgente? Son sólo algunas preguntas que me surgieron al leer “El cuerpo que teníamos”, un artículo publicado en Revista Anfibia [1]este año.
De a poco hemos ido retomando algo de normalidad, y volver a la vida cultural fuera de las cuatro paredes, ha dejado de ser un deseo. La pandemia y la inmunización de rebaño como síntoma de recuperar los espacios son claves para explorarlos nuevamente.
Sin embargo, no somos los mismos. A los espacios culturales los hacemos nosotros, y al haber cambiado, el reencuentro en ellos también será una experiencia de novedad.
El reencuentro se da de forma paulatina, con pie de plomo y esperanza de que no vuelva ocurrir. Pero sabemos que la ansiedad ha ido en aumento, ha desbordado cualquier red de contención y el cuerpo lo registra. Por ello, el arte juega un papel de rescate en muchos casos. Entendernos como individualidad quizá permita encontrar las primeras pistas de cómo será ese reencuentro en los espacios culturales.
Respecto al cuerpo en pandemia María Florencia González, psicóloga, psicoanalista y Docente de la UBA, reflexiona sobre la tesis de Lacan de forma contundente: “El afecto tiene una estrecha relación de estructura con lo que es un sujeto, porque toca el cuerpo. El afecto es lo que no está reprimido”.
Repito en voz alta: el afecto toca el cuerpo. En tiempos de afectos limitados a lo digital, el cuerpo, nuestros cuerpos atraviesan efectos conscientes e inconscientes. El abrazo se ha vuelto casi, una muestra peligrosa de cariño, y para eso propuse Un protocolo de la ternura en otro escrito personal. Los espacios culturales entraron en disputa simbólica con los centros sanitarios al transformarse de plazas musicales a centros de testeo y vacunación. Terrible y cierto.
Los espacios que habitábamos han mutado su piel de sitios de encuentros colectivos a hábitats de cuidados intensivos con distancia corporal, real y continuada en el tiempo.
¿Qué fue de nuestros cuerpos?
Dice Florencia Gauna en una frase epidérmica en el Dossier digital Distancia, editado en noviembre de 2020: “En algunas zonas se eriza la piel y los pelitos, por debajo de la piel de gallina, en otras se ruboriza y suda frío. Es que la piel es el reflejo de todos los procesos internos y a la vez el vehículo que los conecta con los procesos de esos otros cuerpos con los que nos vamos encontrando, creando, construyendo, amando”. La piel se ha resecado de tanto alcohol en gel y ausencias, incertidumbre y sobreinformación.
La piel como intermediaria entre lo más íntimo de cada uno y lo más ajeno que es la realidad percibida, se enfrenta a nuevas formas de sociabilidad, maneras desconocidas de sentir. La piel, el órgano más extenso del cuerpo, el más pesado, sobrevive a la pandemia, sobrevive a sí misma.
“Ser cuerpo no es fácil, pero escapar de él tampoco”, reflexiona recientemente en una entrevista Marina Garcés, docente en la Universidad Abierta de Cataluña, ensayista, filósofa y autora de «Un mundo común» (2012)”. Y agrega que en el contexto de la pandemia “la corporalidad es un territorio hecho de muchas relaciones que no son sólo del individuo. Aunque una dimensión del cuerpo sea por supuesto individual, muchas otras no lo son, empezando por el hecho de haber sido engendrados por otros, cuidados por otros, educados por otros. Podríamos decir que cuando uno muere, sólo muere ese individuo… pero ni siquiera eso sería verdad, porque en cada muerte mueren muchas otras dimensiones de las vidas de otros…”
Ser cuerpo no es fácil y en este contexto menos, aunque resulta vital ocupar los espacios culturales como públicos, artistas, productores, técnicos, gestores. Es vital porque somos en el encuentro con el otro: cuerpos que deben reconocerse detrás de un barbijo y una distancia prudencial. Re- conocerse a pesar de las butacas de por medio, de los tickets online y la mirada inquieta sobre el comportamiento responsable del otro, respecto a los cuidados sanitarios existentes.
Quizá sea un nuevo modo de sociabilidad como propone el artista cordobés Elian Chali: “Hoy es imposible imaginar la quietud de los sentidos, están todo el tiempo absolutamente estimulados. Entonces creo que, desde ese lugar, el arte sí se ha vuelto una necesidad, no para la subsistencia del cuerpo, pero sí para la subsistencia del social”.
El arte ha subsistido, nuestros cuerpos también. Estamos en una secuencia de reencuentro con lo cultural: en modo prueba y error desde lo pragmático, y en modo in front of desde lo individual. Pero este proceso no es consecuencia directa de la pandemia, es anterior.
La escena ya venía dando debates sociales, climáticos, estéticas y de consumo en diversas formas de manifestaciones colectivas, donde el cuerpo resultaba la herramienta clave para ocupar los puntos de encuentro.
“La primera rebelión ocurre en el cuerpo, como el primer frente de batalla siempre es lo cultural”, remarca Manuel Segade, Centro de Arte Dos de Mayo en Madrid.
Reconfigurar los espacios para los “nuevos cuerpos”
La importancia de los datos del año virtual en términos de desarrollo y adaptación del mundo cultural es clave para entender cómo será la nueva vinculación entre espacio- público.
Instagram se convirtió en la red social preferida para seguir a los artistas, según el Hiscox Online Art Trade Report 2019; la barcelonesa sala Parés, una de las galerías de arte en España, que puede presumir de haber sobrevivido a varias pandemias, entre ellas la cuarta oleada de cólera en el siglo XIX y la gripe de 1918, colgó en su web dos o tres vídeos de artistas cada semana.
Otro caso a considerar es Camping, una iniciativa concebida como punto de encuentro entre creadores y público acampado en su espacio, entre las obras de arte. El proyecto lo han desarrollado las galeristas Nerea e Idoia Fernández y Blanca Cortés, todas aficionadas a las artes escénicas en general. Nerea Fernández cree que estas prácticas son especialmente importantes en los tiempos actuales: “Quizá la pandemia haya acentuado su necesidad, porque estamos muertos de miedo y el cuerpo ha tenido que aislarse, no podemos dejarlo fluir. La danza te hace entender, entre otras cosas, el peso del cuerpo”.
La adaptación podría ser entonces un sinónimo de la creatividad, o un ejercicio de la misma. El cuerpo hecho público como sujeto individual y partícipe de un colectivo se reencuentra en una secuencia infinita. ¿Infinita? Sí. Si somos individuos con múltiples posibilidades de reaccionar a un mismo hecho y durante la pandemia nos fragmentamos en pantallas, está claro que volver a escena será diferente para cada persona y ante el suceso artístico que se exponga.
Los cuerpos son diferentes, los públicos han cambiado.
La modalidad de público, determinará el modo de gestar en los escenarios, en los museos, conciertos, festivales, galerías, teatros. Donde quiera que haya una expresión de arte, allí la cultura desplegará una línea amarilla con bandas negras de precauciones vigente: la pandemia permanece.
García Canclini en diciembre de 2020 participó en el Encuentro CONECTA 2020 “Públicos digitales: nuevos escenarios para la participación cultural” organizado por el Ministerio de Cultura de Perú. Algunas de sus reflexiones podrían ser titulares de tesis de investigación: “Si se pierden públicos se conquistarán otros. Los jóvenes están volviendo a ir al cine. Es cierto que la cultura dominante de la televisión, los videos y el Internet han modificado comportamientos, pero no desaparecen las etapas anteriores. Por eso sigue habiendo teatro. La pregunta para los creadores culturales no es si va a haber público, sino dónde encontrarlo. Y cómo evitar las inercias de los hábitos. Es muy posible que el público tarde mucho en volver a las salas de cine, al teatro y a los conciertos, inclusive en espacios abiertos, la aprensión es comprensible.
Por su parte, José Oliva para la Agencia EFE considera que para ejercer su labor «educativa», «el mundo virtual es importante, pero no suficiente; sirve para seducir al espectador, pero queda corto para nuestras expectativas, y una exposición virtual nunca ofrece a los sentidos la riqueza de contemplar las obras originales en una galería».
Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, cree que «habrá que reflexionar sobre nuevos modelos museísticos. Habrá un cambio en la experiencia estética, ya que el tipo de relación con el público será distinta. También cambiarán nuestras prácticas artísticas, formas de producción y relación”.
Los espacios culturales están recuperando su significación – su forma de ser- gracias a los cuerpos presentes en cada uno de ellos. Queda claro, que el arte necesita de un público y la cultura nos tiene como protagonistas. ¿Cómo volvemos? Diferentes, con experiencias personales distintas. Sin embargo, el simbolismo de nuestros cuerpos circulando otra vez nos reúne para hacer una nueva escena social.
Finalizo con una frase que rescaté de Sergio Blanco en el 2018 antes del estreno de El bramido de Düsseldorf en España. El autor y director uruguayo dijo: “El teatro solo acepta el teatro. Esa es su fuerza y su debilidad. Es un arte de cuerpos presentes: tanto el de los intérpretes y el equipo como el de los espectadores”.
[1] http://revistaanfibia.com/ensayo/el-cuerpo-que-teniamos/ “Replantear las formas de encontrarnos, de habitar los umbrales en los que conviven y se imbrican lo íntimo y lo público, de transitar las amistades y los afectos colectivos y mudables, parece ser una apuesta ética y política necesaria si deseamos una mejor vida-y-muerte en común, con otros, que no son sólo familia, pero tampoco solo amigos, ni meramente humanos”.
Este es el primer ensayo que nos comparte la escritora cordobesa Julieta Ludueña. Surge, de experimentar e investigar que le ocurre a nuestros cuerpos al retomar actividades placenteras y fundamentales para nosotros luego del contexto de encierro y es interesante leer esta mirada y en ella a otros autores, gestores y artistas que también analizan este aspecto.
Desde El Árbol Cultura agradecemos la colaboración de Julieta y su inmensa generosidad al compartir con nosotros, y desde aquí como puente con nuestros lectores, este ensayo. El mismo formará parte de nuestra Sección Tierra Adentro, en la que podrán encontrar esta y otras colaboraciones.
Pueden conocer más de la obra de Julieta en sus redes sociales buscándola en Instagram y Twitter como @millasdetinta
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